En la antigua Roma permaneció vigente durante mucho tiempo una curiosa norma: toda mujer casada estaba obligada a dejarse besar en los labios por su marido, y si no estaba casada, por su padre y sus hermanos, siempre que lo solicitaran.
Se trataba del «Ius Osculi» (derecho del beso), una tradición introducida por el derecho romano. Este gesto “cariñoso” permitió a los miembros masculinos de la familia controlar el aliento de la mujer, para asegurarse de que no había bebido vino, ¡ya que beber vino para las mujeres era como cometer adulterio! Y una vez que los hombres encontraron rastros de vino, la mujer fue juzgada por el delito cometido (ya sea en el tribunal o en el hogar), donde el marido actuó como juez, parte y verdugo, y con el consentimiento de los familiares se ejecutó la sentencia, castigando también con la muerte a la mujer acusada de delito capital.
«Cualquier mujer excesivamente ávida de vino cierra la puerta a la virtud y la abre al vicio», escribió Valerio Máximo en el siglo I a.