Clara Campoamor, abogada que defendió siempre los derechos de las mujeres, protagonizó el 1 de octubre de 1931 una victoria histórica para el género femenino: el sufragio universal. Ese primero de mes debatió junto a Victoria Kent en las Cortes por el voto de la mujer, que tanto rechazo provocaba en sectores republicanos por miedo a que la población femenina votara a la Iglesia. Tras la batalla dialéctica, llegó la respuesta de los grupos políticos que confirmaron la victoria de Campoamor con 161 votos a favor y 121 en contra.
Campoamor fue la responsable de otorgar un derecho fundamental a las mujeres, pero ese logro condenaría su vida política a la soledad como relata en El voto femenino y yo: mi pecado mortal. Este derecho se ejercería solo una vez el 19 de noviembre de 1933 y no volverían a ir a las urnas -ni varones, ni mujeres- hasta 1977.
SU YA HOY HISTÓRICO DISCURSO:
«Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino».