Hoy 14 de marzo (3-14 y por eso del número Pi) es el DÍA INTERNACIONAL DE LAS MATEMÁTICAS.
Os dejamos varios vídeos sobre matemáticas importantes, que fueron y son muchas!!!!
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Hoy 14 de marzo (3-14 y por eso del número Pi) es el DÍA INTERNACIONAL DE LAS MATEMÁTICAS.
Os dejamos varios vídeos sobre matemáticas importantes, que fueron y son muchas!!!!
¿Habéis visto el cartel del 8 M este año???
Aquí os lo dejamos, pero fijaros: FILA TRES, COLUMNA CUATRO
Es nuestra alumna Noa, ganadora de la imagen para el concurso del 25!!!
Enhorabuena Noa!!!!!!
¡¡¡¡ Ole la selección española femenina de fútbol!!!! Tan solo unos meses después de declararse CAMPONAS DEL MUNDO, lo han vuelto a hacer!!!!! Y ya camino de París para el mundial!!!!
Nuestra más sincera enhorabuena a estas chicas, que aparte de ser las mejores, están luchando por los derechos DE TODAS
APROVECHAMOS PARA SEÑALAR LA ENORME BRECHA SALARIAL QUE SUFRE EL FÚTBOL FEMENINO, PARA AQUELLOS QUE PIENSAN QUE DICHA BRECHA NO EXISTE…..
En concreto, haber ganado este torneo, repercute en el equipo con un premio de 160.000 euros. ¿¿ Sabéis cuanto habría ganado la selección masculina por ganar este certamen?? 10,5 millones de euros!!!!!
RESUMIENDO: la selección femenina se ha llevado 65 veces menos dinero que si sus compañeros hubieran ganado la National League masculina.
INCREÍBLE Y MÁS QUE INJUSTO, ES UNA HUMILLACIÓN.
Como cada año, el Espacio Feminista USTEA nos proporciona un interesante calendario de mujeres, cada curso dedicado a un oficio determinado, no especialmente asociado a las mujeres ( que ya sabemos que son estereotipos que hay que desmentir, sobre todo con ejemplos como este).
Aprovechamos este estupendo regalo para dedicar cada mes a una serie de mujeres. Compartimos los meses de Enero y Febrero en las siguientes entradas.
No se si conoces a una de las mujeres más famosas entre todas las que han hecho historia: la aviadora estadounidense Amelia Earhart.
Nuestra protagonista nació el 24 de julio de 1897. Desde muy pequeña demostró un espíritu inquieto y valiente, y siempre le gustó hacer actividades asociadas a lo masculino, como escalar árboles o disparar.
Por desgracia, su infancia estuvo marcada por problemas familiares, y mudanzas provocadas por ellos. Tras separarse de su padre de joven, estudió en la Universidad de Columbia, y, con apenas 20 años, empezó a realizar labores de enfermería en un hospital de campaña para tratar a soldados de la Primera Guerra Mundial.
¿Y cómo le picó el gusanillo de la aviación? Fue siendo enfermera cuando tuvo la oportunidad de visitar una base del Cuerpo Aéreo Real. Allí fue donde nació en ella la curiosidad por los aviones.
Ya en 1920 tomó sus primeras clases de aviación, con, nada más y nada menos, que Neta Snook, la primera mujer en fundar una escuela de vuelo, y dirigir un aeropuerto privado. Como curiosidad, Snook, a pesar de ser su mentora, nunca confió en ella como piloto.
Rodeada de referentes femeninos, comenzó a pilotar un prototipo del aeroplano Kinner, al que bautizó como «El Canario». Con esta aeronave tuvo varios accidentes, provocados por la escasa seguridad de las aeronaves de entonces.
¡Al poco tiempo ya era una leyenda! En 1922 consiguió su primer récord al conseguir volar a 4,2 kilómetros de altitud. Un año después, consiguió la licencia de piloto por la Federación Aeronáutica Internacional.
El camino de Earhart por la aviación acababa de empezar. Ya en 1927 se unió a la Asociación Aeronáutica Nacional, comenzó a promover la aviación entre mujeres e invirtió dinero para construir una pista de aterrizaje. ¡Lo suyo sí que era pasión!
Amelia hizo historia solo un año después, en 1928, gracias a una llamada del capitán H.H. Railey, quien le invitó a ser la primera mujer en cruzar el océano Atlántico.
Junto al piloto Wilmer Stuitz y el mecánico Louis Gordon, el 17 y 18 de junio de 1928, recorrió los 3.200 kilómetros entre Terranova y Gales. Al llegar a tierra, los medios de comunicación quisieron dar voz a la historia de Amelia, la primera mujer en realizar tal proeza: Así empezó a ser conocida y aclamada.
Gracias a ello, publicó el libro «Veinte horas, cuarenta minutos», y pudo realizar, varias veces y todas ellas sola, la misma travesía por el Atlántico, a bordo de su aeronave Lockheed Vega.
¿Y eso fue lo único? Para nada. Continuó creando espacios de aviación para mujeres, como la carrera aérea «The powder-puff derby», entre Los Ángeles y Cleveland, o la organización aeronáutica «Las noventa y nueve», que incluía a 99 mujeres piloto.
Como podéis ver, Amelia tenía hambre de nuevos objetivos. Desde que comenzó su carrera aeronáutica no paró de hacer historia:
Earhart, además, hizo un tour por el continente europeo, y fue distinguida con La Cruz de Vuelo Distinguido, una condecoración otorgada a miembros de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.
No contenta con todos sus logros, comenzó a planear, en 1934, un vuelo por el Pacífico, desde Hawái hasta California. Antes de ella, diez pilotos murieron en el intento de realizar este vuelo. ¡Valiente se queda corto!
Tras lograr cruzar el Pacífico, Amelia Earhart se propuso, nada más y nada menos, atravesar el mundo.
Realizó dos intentos, ya que la primera vez tuvo problemas técnicos con la nave, y, junto a Fred Noonan, que ya cruzó el Pacífico, comenzó su segundo intento de travesía mundial.
El 1 de junio de 1937 partió desde Miami, hasta San Juan, en Puerto Rico. Pasó por Venezuela, bordeó Latinoamérica, cruzó África y el Mar Rojo. Tras atravesar India, Singapur, Bangkok y llegar a Papúa Nueva Guinea, comenzaron los problemas.
Rumbo a la isla Howland se perdió el rastro de la aeronave. A más de 3.500 metros de altura, y sin poder determinar su posición, Earhart y Noonan desaparecieron el 2 de julio de 1937.
PUES PARECE SER QUE HAN ENCONTRADO SUS RESTOS!!!!
Os dejo un emotivo y estupendo relato, ganador del SEGUNDO PREMIO del CERTAMEN DE RELATO Y POESÍA 2023 “Dolores Ibarruri Gómez PASIONARIA”
LA TIERRA HEMBRA
Desde que me dijeron que el trabajo de antropología debía versar sobre la economía de posguerra, tuve claro que tenía que hablar con Justina, a la que todos llamaban “la calvina roja”. Justina era una mujer solitaria y callada, menuda y delgada, con los ojos de color celeste, un celeste casi gris, como si estuvieran desgastados después de haber visto demasiadas cosas. Vivía en una casa sencilla a las afueras del pueblo. Pese a su edad avanzada, era fácil verla con el azadón, con un pañuelo cubriendo su cabeza, doblada sobre las patatas, tomateras, pimientos y berenjenas que ella misma cultivaba en el terreno que tenía en la parte trasera de la casa.
–Cuénteme de sus padres, Doña Justina, ¿cómo hacían para poder alimentar y vestir a su familia en unos tiempos tan difíciles? –le pregunté.
Ella se tomaba su tiempo para contestar, comenzó a hablar muy despacio, como si las palabras llevaran demasiado tiempo dormidas y les costara salir de su boca:
–Entonces yo no era más que una cría, pero el hambre nunca se olvida. Eran tiempos complicados para todos, sobre todo para familias como la nuestra, las de los “vencidos”…
Parecía que sus palabras tuvieran espinas que la fueran desgarrando por dentro, en su lento deambular hacia sus labios.
–…cuando terminaba su turno en la mina, según la época del año salía al monte a apañar castañas, varear aceitunas, sembrar o recoger cereales. Siempre para otros, claro, de sol a sol, cada día del año, lloviera, venteara o hiciera calor, por un salario que nunca daba para alimentar a tantas bocas…
Su mirada se perdía como si fuera de viento, en un punto invisible, al otro lado de los cristales.
–Se hizo mayor antes de la cuenta, su piel era oscura, como un cuero viejo, curtida por el sol y por el frío, su rostro estaba surcado de arrugas, demasiadas para la edad que tenía, sus manos parecían de madera, de tanto usarlas. Muchas veces lloraba a escondidas, para que nadie se diera cuenta de las penas que llevaba dentro. Pero no todo fueron lágrimas…
Dejando la frase a medias, se levantó y se dirigió a la cómoda que había en el cuarto. Tras un breve forcejeo, logró abrir uno de los cajones y cogió algo. Regresó a la mecedora y, con los ojos humedecidos, me mostró una muñeca de trapo.
–…a veces también sonreía, como cuando me regaló esta muñeca por mi cumpleaños, la había hecho con sus propias manos de madera, de madrugada, mientras todos dormíamos. No es que sea una obra de arte, pero nunca me hicieron mejor regalo.
Cogí la muñeca que me ofrecía; no eran más que dos bolas de trapo llenas de arena, con dos botones en el lugar donde tenían que ir los ojos y unas telas raídas que hacían las veces de extremidades.
–Tuvo que ser un gran hombre –le dije.
Justina me miró extrañada y confundida, como si yo no me hubiera enterado de nada de lo que me estaba contando.
–A mi padre lo mataron por rojo, la misma noche que llegaron al pueblo, dicen que encontraron en su cuarto una cartilla de un sindicato o yo qué sé. Todo lo que te estoy contando es lo que hacía mi madre, fue ella la que me hizo la muñeca, la que me enseñó a trabajar la huerta y todo lo que sé, fue ella la que nos sacó adelante. Las “calvinas” somos una estirpe de mujeres valientes, ¿acaso sabes por qué nos llaman “calvinas”? –me preguntó mientras se deshacía el nudo del pañuelo que llevaba en la cabeza.
Inclinó su cabeza y pude ver la falta de pelo en la coronilla.
–Mi abuela fue la primera barcaleadora de la familia, se quedó viuda aquella fatídica tarde del cuatro de febrero y tenía que sacar a sus hijos adelante. Nunca supo qué hicieron con el cuerpo de su marido ni con tanta muerte. Después le tocó a mi madre y más tarde también a mí. Esta tierra es hembra, es como un útero gigante que se desangra poco a poco, que se vacía y nos arrastra, sin que nos demos cuenta…
Y yo, sujetando la muñeca entre mis manos, me sentí incapaz de mantenerme a flote en las tempestades de su mirada, al olvidar que, tal y como decía Justina, aquella tierra era hembra…
«Yo tenía cinco años. La maestra escribió en la pizarra:
«Todos los hombres son mortales».
Sentí un enorme alivio, un gran regocijo.
Esa tarde, cuando salí del colegio, corrí a mi casa y abracé muy estrechamente a mi madre.
«Qué suerte Mamita, tu no te vas a morir nunca!» le dije, arrebatadamente.
«Qué?» preguntó mi madre, sorprendida.
Me separé apenas de ella y le expliqué:
-La maestra escribió en la pizarra que los hombres son mortales.
Y tú eres mujer!. Por suerte, eres mujer, dije y volví a abrazarla.
Mi madre me separó tiernamente de sus brazos.
-Esa frase, querida mía, incluye a hombres y mujeres.Todos y todas moriremos algún día.
Me sentí completamente consternada y desilusionada.
-Entonces, por qué no escribió eso?: «Todos los hombres y mujeres son mortales»? pregunté.
Bueno- dijo mi madre, en realidad, para simplificar, las mujeres estamos encerradas en la palabra «hombres».
-Encerradas?- pregunté. Por qué?
-Porque somos mujeres- me contestó mi madre.
La respuesta me desconcertó.
Y por qué nos encierran? le pregunté.
Es muy largo de explicar, respondió mi madre. Pero acéptalo así. Hay cosas que no son fáciles de cambiar.
-Pero si digo «todas las mujeres son mortales»?también encierra a los hombres?
-No- contestó mi madre. Esa frase se refiere sólo a las mujeres.
Me entró una crisis de llanto.
Comprendí súbitamente muchas cosas y algunas muy desagradables, como que el lenguaje no era la realidad, sino una manera de encerrar a las cosas y a las personas, según su género, aunque apenas sabía qué era género: además de servir para hacer faldas, el género era una forma de prisión.»
Cristina Peri Rossi
Escritora uruguaya Ganadora 2021 del Premio Cervantes